RACING: SIEMPRE LA
ACADEMIA
Todavía Avellaneda
era Barracas al Sud cuando varios
muchachos
decidieron juntarse para practicar fútbol. La gran
mayoría eran
empleados de la vieja estación Barracas Iglesia del
Ferrocarril Sud.
Allá por 1898, el club que les dio lugar fue
Argentinos
Excelsior Club, pero un año y medio después, éste se
dividió en pequeños
grupos con nombres pretenciosos: American
Club, Argentinos
Unidos y Sud American Football de Barracas al
Sud.
Poco duraron las
ilusiones, porque muchos de los entusiastas
futboleros se
dieron cuenta de que lo mejor era unirse y no seguir
fomentando
divisiones.
En 1901 se constituyó el club Barracas al Sud gracias a la iniciativa y
el esfuerzo de
Pedro Werner, estudiante del Colegio Nacional
Central, y algunos
amigos de la zona. La discusión mayor pasaba
por el color de la
camiseta, que era amarilla y negra a rayas
verticales. Poco
tiempo después, un grupo, encabezado por Arturo
Artola, se fue del
nuevo club y fundó Colorados Unidos, con
camiseta obvia.
Pero todos
compartían la idea de no seguir sumando sellos ni
nombres pomposos
sino hacer un club en serio.
Los más calmos y
ubicados lograron armar una reunión realizada
en la vieja Feria
de Ganado de Barracas al Sud -ubicada en Alsina
y Colón, donde hoy
está la cancha-o Allí se reunieron 45
voluntades para
definir la unión de Barracas al Sud, que aportó 11
socios y 16 pesos
con 35 centavos, con Colorados Unidos, que era
más poderoso y
llegó con 34 socios y 19 pesos con 65 centavos.
Esa definitiva
mixtura entre los nuevos clubes se selló el 25 de
marzo de 1903 y la
fecha quedó para la historia, porque fue el
nacimiento del
Racing Club.
El nombre surgió
casi sorpresivamente, por una propuesta de
Germán Vidaillac,
un socio fundador de Colorados Unidos, quien
mostró una revista
francesa llamada Racing, especializada en el
incipiente
automovilismo. El nombre gustó a todos, casi sin
excepción. No había
alusiones barriales, era novedoso y original.
Desde ese momento y
por aclamación, pasó a ser Racing Foot-
Ball Club, nombre
que se redujo a Racing Club en 1906.
Entre aquellos
fundadores hay que mencionar obligadamente a
Arturo Artola, el
primer presidente, junto con Pedro Werner,
Alfredo Lamour,
Leandro Boloque, Salvador Sohorondo, los
hermanos Paz y
Pedro Viazzi, junto a otros muchachos
entusiasmados con
la unificación y las ganas de trascender. Como
todos sabían del
fervor que cada uno ponía en las discusiones, de
lo que había
costado unificar voluntades para tirar todos de un
mismo carro, la
cuestión de la camiseta oficial del nuevo club era
un problema. Para
resolverlo, se decidió jugar con una camiseta
blanca, sin ningún
color adicional.
La indumentaria
blanca duró poco y fue en julio de 1904 que una
asamblea trató el
tema de los colores.
Alguien quiso
volver a la primitiva camiseta de Barracas al Sud,
amarilla y negra a
rayas verticales. Hubo una propuesta para que
fuera azul y blanca
a cuadros y otra para que fuese verde con
vivos blancos, o
blanca con vivos verdes. Ninguna conformó
demasiado, hasta
que Alejandro Carbone propuso la futura casaca
rosa y celeste a
cuadros. No hubo reparos y ésa, realmente, fue la
primera camiseta.
El mismo Carbone ostentaba, por 1955, el
carnet de socio
número 1 de Racing y recordaba que cuando el
club solicitó la
afiliación a la Tercera División, debían dotar de
más comodidades a
la cancha, incluyendo una única ducha. Se
necesitó de una
bordalesa para que sirviera de tanque surtidor a la
ducha que hubo que
instalar con enorme esfuerzo de la casilla. Un
socio colocó el
cartel que decía "Baño" en la puerta, pero otro
agregó enseguida un
nuevo papel que decía "Cuidado con la
bordalesa de
arriba, puede caerse".
EL
PRIMER ESCUDO DEL CLUB ATLÉTICO RACING CLUB
La participación
del club en el fútbol argentino organizado fue
muy rápida. Por
iniciativa de Pedro Werner se afilió en 1906 a la
Argentine Football
Asociation y comenzó su historia, al perder 4-
1 con Estudiantil
Porteño en la divisional de ascenso. Llegó a
saborear el ascenso
en 1908, pero River lo postergó al vencerlo 2-
1 y fue en 1910
cuando ganó el derecho a jugar en Primera, al
superar por 2-1 a
Boca Juniors.
Antes, a mediados
de 1908, el club tuvo que soportar el
alejamiento de
varios de sus socios fundadores, molestos por la
participación cada
vez más intensa en la vida de Racing de
elementos
vinculados a la política de ese entonces, de origen
conservador,
profundamente antipopular.
Esas
incorporaciones no dejaban resquicios para que la
ascendiente clase
media alcanzara objetivos más altos.
Era evidente que la
llegada de Independiente a Avellaneda había
encrespado los
ánimos y un grupo de racinguistas de ley, hartos
de ciertos manejos,
decidieron cambiar de vereda. Entre ellos,
Germán Vidaillac, justamente quien había
propuesto el nombre Racing.
Racing debutó en
1911 justo cuando el mítico equipo de Alumni
ganó su último
campeonato tras vencer en un desempate a
Porteño de San
Vicente por 2-1. Tercero quedó San Isidro (el
Club Atlético San
Isidro, que posteriormente se convertiría en un
grande del rugby
argentino) y en cuarto lugar llegó Racing, con
un resonante
triunfo sobre Alumni por 3-1. .
La entidad que
regía el fútbol criollo se dividió en Asociación
Argentina y
Federación Argentina en 1912, y Racing resolvió
seguir en la
primera, junto con Quilmes, San Isidro, River,
Belgrano Athletic y
Estudiantes de Buenos Aires. Ellos
conformaron el
torneo principal que ganó Quilmes, con mayoría
de jugadores que
provenían del desaparecido Alumni. Racing fue
tercero, detrás de
San Isidro.
Fue justamente ese
año, exactamente el 15 de agosto, que Alberto
Ohaco se convirtió
en el primer jugador del Racing Club en vestir
la camiseta de la
Selección Argentina, cuando en el Parque
Central de
Montevideo el combinado nacional perdió ante
Uruguay por 3-0. Y
a partir de 1913, se iniciaría el ciclo más
exitoso de la
historia del fútbol argentino. Racing ganó siete
campeonatos
consecutivos, hasta 1919 incluido. Con campañas
impresionantes, el
cuadro albiceleste arrasó en 1914 (once
triunfos y un
empate) y en 1915, con un récord de veintidós
victorias y dos
empates. En ese torneo de 1915, la misma
campaña sensacional
la hizo San Isidro, al punto que ambos
equipos igualaron
el primer lugar con 46 puntos, ocho más que
River, el tercero.
En el desempate, Racing se impuso por 1-0 y
festejó su primer
tricampeonato.
El equipo, que
tenía como pilares a los hermanos Perinetti, a
Francisco Olazar, a
Alberto Ohaco -tremendo goleador (80 goles
entre 1912 y 1915)-
ya Marcovecchio, llegó al extremo de ganar
el torneo de 1919
con trece partidos jugados y trece victorias.
Después de un
invicto que duró 38 partidos, Racing fue derrotado
por San Lorenzo y
quedó segundo, a dos puntos de River.
La solidez y contundencia que le hizo
ganar los títulos desde 1913
hasta 1919 trajo el sobrenombre que
acompaña hasta hayal club.
El equipo que ganaba, goleaba y gustaba
fue llamado la Academia
por su exquisito fútbol y su eficacia
sin par.
Para siempre y sin ningún adicional. La
Academia o el más vulgar
la acadé es el grito de guerra de
su fiel y sufrida hinchada.
En cuestión de canchas y fidelidades,
tampoco hubo demasiadas
mudanzas. El primer terreno fue en
donde hoy se juntan las calles
General Roca y 25 de Mayo (antes
O'Gorman), a varias cuadras
de la Avenida Mitre y hacia el Río
de la Plata, el lado opuesto
donde se ubica hoy su estadio. Dos años
después de la fundación,
los inquietos socios liderados por
Pedro Werner consiguieron el
mismo terreno donde estaba ubicada la
Feria de Ganado, en
Alsina y Colón.
La popular Academia no anduvo bien en
los primeros años del
profesionalismo, y después de varios
intentos frustrados pudo alcanzar su primer campeonato en 1949, pararepetirlo
dos veces seguidas.
FOTOS
DEL RACING BICAMPEON DE 1949
El viejo estadio, que había cobijado al club durante toda
la era profesional y en la campaña impresionante del
amateurismo, fue reemplazado por uno mucho mejor diseñado,
moderno y con una capacidad cercana a las 80 mil personas, en el
mismo lugar.
Racing se despidió de su cancha de tablones cuando el 1 de
diciembre de 1946 enfrentó a Rosario Central, perdiendo por 6-4
y dejando el tercer puesto del torneo en manos de River. El
insider izquierdo local, Carrera, quedó en la historia porque anotó
tres goles para la Academia.
La construcción del nuevo estadio se inició en 1947 y la
inauguración se hizo el 3 de septiembre de 1950, cuando Racing
recibió a Vélez Sársfield y le ganó por 1-0, con un gol
conquistado por L1amil Simes. Mientras duró el trabajo de poner
en pie la nueva cancha, la Academia utilizó los estadios de Boca,
San Lorenzo, Huracán e Independiente para jugar sus partidos
como local. Estuvo a punto de ser campeón en 1948, pero
finalmente lo consiguió al año siguiente, postergando a River y
Platense, quienes compartieron el segundo puesto. Algunos años
después fue "el cilindro de Avellaneda". Un estadio donde se
puede ver muy bien el juego desde cualquier lugar
FOTO DEL CILINDRO DE AVELLANEDA EL ESTADIO CON MAS CAPACIDAD DE ARGENTINA
Los años 50 se iniciaron de forma inmejorable, porque el bicampeonato se festejó nada menos que en la casa propia, el Cilindro, inaugurado el 3 de septiembre de 1950. Racing entraba en un período de esplendor total.
En 1961 volvió a festejar un título, con un plantel que tenía algunos valores nuevos, con el gran Federico Sacchi como estandarte de elegancia y efectividad. También llegaron Borges, Mesías, Peano y Berón. Lo de Racing fue modestia pura al lado del derroche de dinero de otros clubes, encabezados por Boca y River, que creyeron ver la fórmula del éxito en las contrataciones fulgurantes y los extranjeros. La Academia ni siquiera perdió el equilibrio con el técnico: otra vez apostó a alguien con pasado en la entidad, como Saúl Ongaro.
El grupo tuvo un andar notable en el certamen. Mostró una seguridad y un andar firme que prácticamente le aseguraron el título sin sobresaltos. Una serie de cinco victorias seguidas frente a Argentinos Juniors, Boca, Los Andes, Ferro y Huracán en el inicio mismo del torneo le permitieron al equipo de Ongaro forjar una imagen positiva que se prolongaría por el resto del certamen. Incluso, el invicto se estiró hasta la decimotercera fecha, hasta que en la decimocuarta fue Independiente, con una goleada, el que rompió la cadena exitosa de la Academia. Racing no se cayó en lo absoluto, mantuvo su poder y forjó un nuevo invicto de trece fechas, que también se cortó con una goleada, en este caso ante Gimnasia, por 8 a 1, aunque el resultado no hizo la mella que hubiera causado en otras circunstancias porque en la fecha anterior, la vigésimo séptima, con el éxito en el clásico ante San Lorenzo por 3 a 2 , la Academia se había consagrado campeón.
La campaña no dejó dudas de su superioridad: Racing ganó 19 de los 30 encuentros y fue categórico en las redes adversarias, con 68 tantos. Un nuevo clásico frente a Independiente dejó un empate 1 a 1 y siete expulsados en total, que implicaron que Pizzuti tuviera que atajar un rato. No importaba demasiado, una nueva estrella en el cielo racinguista comenzaba a brillar.
FOTOS DE LA CAMISETA USADA POR RACING EN 1961
La gloria mundial
Dicen que lo único inexorable es el paso del tiempo. Que no hay forma de que
se detenga ni siquiera un instante. ¿Será cierto eso? Tal vez; tal vez no.
Cuando un hecho es tan inmenso, tan trascendente que los días, los años, las
décadas no lo pueden borrar, entonces es posible pensar que se ha vencido al
tiempo. Como en aquel lejano 4 de noviembre de 1967. ¿Lejano? Si parece
que fue ayer, hace un rato nomás. La pelota la tenía Juan Carlos Rulli, ya en
campo de Celtic. Cerca de tres cuartos de cancha, le dio el balón al Juan
Carlos Cárdenas. El Chango acomodó la pelota para la zurda. La leyenda
cuenta que el Bocha Maschio le gritó: “Pateá”. La verdad es que Maschio le
pidió la pelota. Pero el Chango nunca lo escuchó. Y, casi por intuición, metió
el zurdazo furibundo, desde unos 30 metros, tirado unos metros hacia la
derecha del eje central de la cancha. El balón viajó en vuelo heroico hacia la
red del arco defendido por Fallon, hacia la victoria, hacia la gloria, hacia la
eternidad. Racing 1 vs. Celtic 0. Racing campeón del mundo. La Academia
vencía al tiempo.
A esas alturas, más allá de la magnitud, el logro no resultaba sorprendente,
porque el equipo ya había sabido construir su propia fuerza en el camino que
lo llevó hasta la definición de la Copa Europeo-Sudamericana. Los títulos de
1966, en el certamen local argentino, y de 1967, en la Copa Libertadores, le
dieron a Racing la posibilidad de ser el mejor del mundo ante Celtic. Por eso
no fue sorpresa; en todo caso, se había alcanzado el nivel de mito.
Volviendo al fútbol, en el comienzo de las semifinales Racing se volvió a
enfrentar con River, con el que empató 0 a 0 como visitante. Después, hilvanó
cinco triunfos consecutivos: ante Universitario, de Perú, por 2 a 1 en Lima y
Avellaneda; frente a Colo Colo, 2 a 0 en Chile y 3 a 1 en el Cilindro, donde por
la última jornada superó a River por 3 a 1. Racing estaba en la final de la
Copa Libertadores.
A pesar de semejante campaña (cinco triunfos y un empate), el equipo de
Pizzuti dirimió el pase a la final en un desempate con Universitario, en Chile,
donde con la victoria por 2 a 1 logró acceder a las finales.
Tampoco le resultó sencillo a la Academia el último paso, que tuvo que dividir
en tres, frente al Nacional uruguayo, porque los dos enfrentamientos
originalmente pautados terminaron 0 a 0, en Montevideo y Avellaneda. Hubo
que ir a un desempate, otra vez en el estadio Nacional de Chile, como contra
Universitario. Racing sacó ventaja en el primer tiempo, con goles de Joao
Cardoso, a los 14 minutos, y Norberto Raffo, a los 43. Pero cuando faltaban 11
minutos, descontó Espárrago para Nacional. Entonces, los instantes decisivos
fueron emocionantes. El conjunto argentino resistió los embates uruguayos y
al final se quedó con el gran premio: la Copa Libertadores.
Ese 29 de agosto en el país se desató la fiesta blanquiceleste, de una punta a
la otra, en la sede de Avenida Mitre, en Avellaneda, en el Cilindro. Fue una
fiesta gigante, genuina.
Pero había más. Los jugadores y los hinchas sabían que podían seguir
haciendo historia. Quedaba la Copa Europeo-Sudamericana, la gloria total. Sin
el conocimiento que hay hoy de muchos clubes del mundo –ni hablar de los
más importantes–, Racing emprendió el viaje a Europa para enfrentarse con
Celtic, de Escocia.
El 18 de octubre fue el primer choque, en Hampden Park. Un solo cambio
respecto de la definición de la Libertadores: Juan José Rodríguez por Joao
Cardoso. La esperanza se derrumbó. Los escoceses se impusieron por 1 a 0
con un tanto de McNeill a los 24 minutos del segundo tiempo. “Se acabó un
ciclo”, dijo Pizzuti, abatido.
La derrota había calado hondo en el ánimo del grupo. Pero quedaba la
revancha del 1º de noviembre. Para entonces, la “calentura” del momento
había pasado. Pero aún así hubo que sufrir y mucho, como en todo el camino
que condujo al club de Avellaneda al éxito mundial. Chabay entró por el
Panadero Díaz y Cardoso por Mori. El Cilindro era un hervidero. De hecho, el
arquero titular visitante, Donald Simpson, no pudo jugar porque en el
calentamiento recibió el impacto de un proyectil. Así y todo, la tarde empezó
bien para Celtir, porque Gemmel abrió la cuenta a los 21 minutos de la
primera etapa, de penal.
Enseguida volvió la calma y empató Norberto Raffo. Pero hacía falta un gol
más para ir al desempate. Y apareció el Chango Cárdenas apenas iniciado el
segundo tiempo: 2 a 1 y a Montevideo a definir la historia.
El 4 de noviembre fue la gran cita del otro lado del Río de la Plata. El estadio
Centenario estaba a pleno. Una gran cantidad de racinguistas cruzaron el río
para alentar al equipo, pero la verdad es que la Academia fue visitante en
Uruguay, aún a pesar del gesto del equipo, que intentó congraciarse con el
público saliendo con una gran bandera uruguaya. No hubo cambios en la
formación. Cejas; Perfumo y Chabay; Martín, Rulli y Basile; Cardoso, Maschio,
Cárdenas, Rodríguez y Raffo. El partido fue áspero, como se preveía. Antes de
que terminara el primer tiempo, el árbitro paraguayo Rodolfo Pérez Osorio
expulsó a Lennox y a Basile por agresión mutua. Johnstone también se fue
antes, apenas comenzado el segundo tiempo, a los tres minutos. Con un
hombre más, Racing se fue con todo para adelante. Hasta que a los 10
minutos del complemento Rulli y Cardoso armaron la jugada; Rulli se mandó y
el Chango Cárdenas se mostró en la izquierda; la pelota le llegó, avanzó unos
metros, levantó la cabeza y le dio de zurda al balón, con tremenda fuerza y
dirección. Estaba a unos 25 o 30 metros del arco. El estadio hizo silencio
durante una fracción de segundo. Fallon, el arquero de Celtic, voló hasta lo
imposible. De nada sirvió. El remate del Chango estaba en la red. Se desató
así la carrera enloquecida del delantero académico para abrazarse con Basile.
El delirio se apoderó de los argentinos. La victoria estaba cerca.
El encuentro continuó áspero. Por eso también se fue expulsado Hughes y,
antes del final, Rulli. Pero a esas alturas, la batalla estaba ganada. Cuando el
árbitro indicó el final, hubo un estallido argentino que retumbó en el mundo.
Fue el de la Academia, el de Racing Club, primer campeón mundial de nuestro
país
IMAGEN DEL GOL DE CARDENAS ANTE EL CELTIC QUE LE DIO EL TITULO INTERCONTINENTAL
Como si el destino estuviera ensañado con hacer sufrir a Racing de todas las formas posibles, el mismo entrenador que llevó al club a sus mayores conquistas fue el que también estuvo sentado en el banco en el peor momento, ese que llegó el 18 de diciembre de 1983, cuando la Academia cayó frente al Racing cordobés por 4 a 3 en Avellaneda. El partido se suspendió a los 41 minutos por los incidentes en las tribunas, pero el Tribunal de Disciplina, como era de esperar, lo dio por terminado con el resultado mencionado. Racing pasó tristemente al fútbol del ascenso.
El ascenso y otra copa
Mientras el país salía de un período de gobiernos de facto, en 1983, el club transitaba una de las etapas más oscuras. El 27 de septiembre de 1983, la torre del estadio Juan Domingo Perón se derrumbó y con ella casi se caen también las ilusiones de reapertura de la cancha, que había sido clausurada en 1981 por falta de mantenimiento. Las imágenes del Cilindro era un espejo patético en el que el club se veía reflejado. Aún así, con tremendas dificultades a cuestas, la cancha se reabrió el 12 de octubre de 1983, pero como una cachetada del destino, eso sólo sirvió para afrontar en casa la peor noticia de la decadencia: el descenso.
Ramón Cereijo, un histórico dirigente político ligado a Perón y famoso hincha de Racing, dijo: “Racing cayó, pero no murió”. El viejo gran campeón quedaba sumido en la peor crisis, futbolística e institucional hasta ese momento.
La gente, una vez más, dio muestras del inconmensurable amor por la camiseta llenando todos los estadios de la Argentina mientras el equipo jugó en el ascenso, generando recaudaciones asombrosas. Lo que se esperaba en ese momento de angustia era el resurgimiento. Muchos se decían entonces: “Peor no podemos estar. Ahora, tenemos que volver a ser los de antes”. La gente reaccionó, tocada en el amor propio, y, en lugar de darle la espalda al equipo, sacó más fuerzas que nunca y llenó cada cancha en la que el equipo jugó. El camino no resultó nada sencillo y una muestra es que la Academia no pudo gritar campeón en las dos temporadas que estuvo en la B. Con el apoyo fervoroso de la hinchada, con Jorge Castelli como flamante entrenador, con Miguel Brindisi a la cabeza de otra andanada de refuerzos, la Academia comenzó el duro camino de regreso a la primera.
Debutó en la categoría con una victoria por 2 a 1 frente a Los Andes, con goles de Brindisi y Pavón. Pero el equipo no logró consolidarse y despegar en la punta del certamen. A tal punto llegó la irregularidad de Racing que, finalizada la primera rueda, el técnico Castelli renunció. Lo reemplazó Agustín Mario Cejas. La crisis económica de la entidad tampoco ayudaba como para calmar las aguas. Finalmente, Deportivo Español se quedó con el título y el primer ascenso, mientras que conjunto albiceleste se clasificó para el octogonal por la segunda plaza en primera. Racing alcanzó las finales del reducido tras dejar atrás a Deportivo Morón y a Lanús. Gimnasia y Esgrima se cruzó en el camino de la Academia en los encuentros decisivos, se impuso por 3 a 1 en Avellaneda y por 4 a 2 en La Plata. Otro sueño astillado.
En 1984 los problemas en la tesorería se incrementaron. El club quedó expuesto a constantes embargos por parte de ex jugadores. Muchos dirigentes pensaban que, ante la crisis y la deuda de 1.200.000 dólares, había que deshacerse de la sede de Avellaneda y la de Capital Federal, con el fin de juntar el dinero necesario para salir del mal momento.
El año siguiente, Cejas continuó al frente del equipo y llegaron Horacio Attadía, Walter Fernández, Miguel Angel Colombatti y Néstor Sicher, entre otros. Otra vez el recorrido fue largo y difícil. A Racing, la B le costaba más de lo que suponía. La empresa de volver a primera no era “pan comido”. Pero ahí estaba el viejo Racing, intentando, sin demasiada suerte. Por eso, Cejas dejó su cargo en medio del certamen. Los siguieron Cacho Giménez (interinamente), Vicente Cayetano Rodríguez y, finalmente, otro símbolo de la Academia: Alfio Basile. Sin embargo, Rosario Central se llevó el título de la primera B. Y Racing, a duras penas, volvió a clasificarse para el torneo reducido. El primer paso en el octogonal fue con susto: se le ganó y se perdió con Banfield por 3 a 1, aunque por cuestiones reglamentarias se clasificó el equipo de Avellaneda. El acceso a las finales fue menos traumático, con dos victorias sobre Quilmes, por 2 a 0 y 3 a 1. Llegó Atlanta, llegó la gran oportunidad. Y la Academia, esta vez, no desperdició la chance. Prácticamente liquidó el pleito en el primer encuentro, en el que se impuso por 4 a 0, con dos goles de Walter Fernández, uno de Miguel Colombatti y otro de Pavón, en la cancha de River, el 22 de diciembre de 1985. En la revancha, en el mismo escenario, el 28 de diciembre el zurdazo mortífero de Néstor Sicher alcanzó para el empate 1 a 1 con el equipo de Villa Crespo. El estadio estalló en un grito sentido, esperado. Racing volvía al fútbol grande, al fútbol de primera.
IMÁGENES DEL EQUIPO DE RACING QUE ASCENDIO EN 1985
La década ineficaz
En la década del 90, las gambetas y los goles mágicos de Rubén Paz no lograban sostener una estructura que se derrumbaba inexorable y dolorosamente. El estadio, en estado de abandono total, terminó por convertirse en depósito de papas. Una vergüenza que los hinchas de Racing nunca admitieron para la gloriosa historia de su club. Destéfano venció a Osvaldo Otero en las elecciones de 1991, que luego de una larga y engorrosa batalla judicial fueron declaradas fraudulentas. Sin embargo, la dilación de la Justicia le permitió al ex dirigente metalúrgico y de la CGT mantenerse en el cargo y presentarse en los comicios de 1995, en los que fue vencido por Otero, en ese momento apoyado por Daniel Lalín, quien comenzó a conducir el fútbol profesional con el aporte de capitales propios.
Parecía que era la gran oportunidad del club para renacer de las cenizas. Las obras de reacondicionamiento del estadio se pusieron en marcha, mientras un equipo con nuevas figuras comenzaba su participación en el torneo Apertura 1995, con Pedro Marchetta como director técnico, quien luego le dejó su lugar a Miguel Brindisi. El equipo fue segundo y peleó hasta la última fecha con el Vélez de Carlos Bianchi.
El club dio otro paso en pos de su saneamiento definitivo: en 1996 se cerró el concurso de acreedores y se abrió uno nuevo, siempre bajo la tutela del juez Enrique Gorostegui. El pasivo del club se redujo de 24.000.000 a 12.000.000 de dólares y eso fue festejado por la nueva dirigencia como un título.
Con el tiempo, entre Otero y Lalín surgieron diversas diferencias que minaron el camino del club. Lalín se alejó de la entidad y se convirtió en el peor enemigo de Otero. A todo esto, Destéfano aportaba su granito de arena desde afuera cada vez que podía para hacer crecer un germen que llevó a Racing casi a la extinción: las tremendas luchas intestinas.
El club volvió a desviarse. Perdió la oportunidad de enderezar sus cuentas, las cuales empezaron a inflarse en rojo como nunca antes. El club se sostenía en base a préstamos que servía para pagar deudas, pero también para engrosar el pasivo.
En medio de otra crisis, a fines de 1997, Daniel Lalín se impuso en las elecciones a Enrique Cappozzolo y Mario Fracchia y se convirtió en el nuevo presidente de la institución. Sus promesas de devolver a Racing a los primeros planos terminaron pronto. El empresario gastronómico utilizó la misma fórmula que en el comienzo de la presidencia de Otero: trajo un nuevo técnico, Angel Cappa, y formó un equipo de nuevas figuras, adquiridas con capitales propios, pero que en definitiva debía pagar Racing. El 14 de julio de 1998, mientras el plantel realizaba la pretemporada en Concordia, Entre Ríos, presentó el pedido de quiebra, que fue aceptado por el juez Enrique Gorostegui.
Lalín pretendió hacer una jugada económica para evitar la presión insostenible de tener que levantar permanentemente embargos para que el equipo pudiera utilizar a los refuerzos. Pero el tiro le salió por la culata.
La síndico Liliana Ripoll, designada por el juez Gorostegui, tomó las riendas del club e hizo un manejo austero. De a poco, recortó los gastos del equipo, lo que significó también la resignación deportiva a no pelear en los primeros puestos.
Así y todo, las crecientes dificultades económicas hicieron inviable la normal continuidad de la entidad. Lalín perdió poder y en marzo de 1999 llegó un momento crucial en la historia de Racing. Fue cuando la síndico pronunció la frase que nunca nadie quiso escuchar: “Racing Club Asociación Civil ha dejado de existir”. Era el fin.
IMÁGENES DE
RUBEN PAZ EL IDOLO DE RUBEN PAZ DE UNA EPOCA SIN PENA NI GLORIA
VOLVER A GRITAR CAMPEON
Después de muchos años, el equipo hizo una pretemporada pensando exclusivamente en los objetivos deportivos. Atrás habían quedado las incomodidades de otras temporadas en las que a duras penas y con problemas económicos e institucionales los jugadores podían realizar un trabajo como las exigencias del fútbol de hoy indican. Esta vez, Bariloche y todos los hinchas de Racing que hay ahí le brindaron el calor y la tranquilidad necesaria para empezar a forjar la mística de grupo.
El torneo Clausura 2001 empezó mal. La esperanza de Racing comenzaba en el Cilindro, frente a Talleres, pero el destino parecía empecinado en poner a prueba el temple celeste y blanco: derrota 1 a 0. Con un nuevo técnico, en ese momento sin identificación con el club, y un plantel sin demasiada renovación, en el que predominaban viejos valores como Claudio Ubeda, Sergio Zanetti, Gastón Sessa, jóvenes que habían crecido a la sombra de los malos tiempos, como Javier Lux, Adrián Bastía, Carlos Arano, el propio Chanchi Estévez y Vicente Principiano, entre otros, y refuerzos buscados con los pocos pesos que tenía el club, como José Chatruc y Osvaldo Canobbio, la historia pintaba complicada.
En el segundo partido, frente a Los Andes, como visitante, los gritos de los hinchas se hicieron sentir. El empate 2 a 2 no conformó y Merlo empezó a sufrir en carne propia los reclamos populares. Se le recriminaba un planteo poco audaz. Se mezclaban las necesidades y el gusto histórico de los hinchas. No había tiempo: había que levantarse como fuere, había que andar. Y el equipo anduvo, con algunos dolores, pero anduvo.
Hubo dos victorias muy importantes, hasta podría decirse que inesperadas, aunque jamás imposibles para el espíritu de un Racing que a lo largo de su existencia siempre supo inflar el pecho afrontar los más difíciles momentos. Los dos triunfos fueron en el Cilindro, como para calmar los ánimos de la gente.
Primero, por la tercera fecha, Maximiliano Estévez siguió con su costumbre de hacerle goles a San Lorenzo y anotó los dos tantos de la gran victoria por 2 a 0; en el medio, un valioso empate como visitante ante Chacarita, y por último, de vuelta en Avellaneda, un gran éxito ante Boca por 2 a 1, con goles de José Chatruc, de penal, y de Luis Rueda, quien en ese momento no imaginaba que ese sería su último tanto del torneo y que su rendimiento iría en baja hasta perder la titularidad a manos del uruguayo Osvaldo Canobbio, a la postre el goleador del equipo junto con Estévez, ambos con seis tantos.
Después de la alegría con Boca llegó un choque extrañamente más importante desde el punto de vista matemático, frente a Argentinos Juniors, uno de los rivales directos por el descenso. Claro, era una situación extraña, porque Racing, por historia, vibraba con los choques frente a los grandes, pero su futuro se dirimía, fundamentalmente, con los rivales directos en la lucha por mejorar su promedio. Con los antecedentes de los éxitos ante San Lorenzo y Boca, la confianza estaba en un punto bien alto. Entonces, la rosa volvió a mostrar sus espinas: caída por 2 a 0 en Ferro y a sufrir otra vez. Encima, el posterior empate 0 a 0 como local ante Unión sólo hizo revivir los gritos de las primeras fechas.
Los altibajos fueron una característica. Siguieron tres victorias en cuatro partidos, hasta un nuevo e inesperado traspié, en Avellaneda, frente a Almagro, por 4 a 0, que fue el comienzo de una serie complicada, porque fue el primero de seis partidos en los que la Academia no pudo ganar. Ni en los clásicos volvió la alegría, porque frente a River se cayó en forma rotunda, por 3 a 0.
La recuperación llegó en el momento justo, cuando los nervios y los miedos habían ganado la escena, cuando el promedio flaqueaba. El empate 1 a 1 ante Colón, en Santa Fe, en un partido que estaba perdido, levantó al equipo. Luego, con una victoria por 4 a 1 frente a Rosario Central, el 5 de junio de 2001, en el Cilindro, Racing no sólo volvió a la senda del éxito, sino que ese día se salvó definitivamente del descenso y la promoción.
Pero la historia de ese torneo Clausura tenía reservada una última sorpresa. En la jornada final, el equipo se despidió con un festejadísimo éxito en el clásico ante Independiente por 1 a 0, como visitante, con un tanto de penal de Maximiliano Estévez. El hecho de haber evitado la promoción y de conseguir el resonante éxito final ante el rival de toda la vida fue el preanuncio del romance que se generaría entre el equipo y los hinchas en el campeonato siguiente, con la obtención del título.
Se había cumplido el primer objetivo, entonces era el momento de volver a los primeros puestos y empezar a recuperar el prestigio. El plantel se renovó, llegaron muchos refuerzos y se armó un plantel competitivo, sin incorporaciones resonantes, sino más bien buscando con cuidado cada uno de los hombres.
Aunque nadie negaba el deseo de salir campeón, no se apuntaba directamente al título, sino que se pretendía pelear arriba en ir consolidando una estructura.
Llegaron el arquero Gustavo Campagnuolo (de San Lorenzo), el lateral izquierdo colombiano Gerardo Bedoya (Deportivo Cali), los zagueros Gabriel Loeschbor (Rosario Central) y Francisco Maciel (Almagro), el lateral derecho Martín Vitali (Independiente), los mediocampistas Gustavo Barros Schelotto (Villarreal, de España), Cristian Ríos (Unión), Leonardo Torres (Chon Buk Hyundai, de Corea), Alexander Viveros (Fluminense, de Brasil) y el delantero Rafael Maceratesi (Rosario Central).
Se hizo una nueva pretemporada, esta vez en Mar del Plata. En esos días en la costa el grupo empezó a forjar la mística ganadora, lejos del ruido, en la intimidad, poco a poco.
La ilusión se puso en marcha la noche lluviosa del viernes 17 de agosto en Avellaneda, frente a Argentinos Juniors. Carlos Arano abrió el camino con una escapada individual que terminó en un gran zurdazo desde afuera del área. Pero como nada es fácil para Racing, el partido se complicó, Argentinos empató y hubo que remar nuevamente. Pero ese campeonato la suerte estaba del lado de la Academia; en el segundo tiempo un centro terminó con el gol en contra de De Muner y la victoria final de Racing por 2 a 1.
Ese triunfo fue el primer eslabón en una cadena invicta de once partidos que, como en el final del Clausura, continuó frente a Independiente. Y, aunque no fue una victoria, se festejó como tal. Racing perdía 1 a 0, pero intentaba, iba al frente. Y, de tanto buscar, tuvo su premio en el último minuto: centro, el arquero Rocha que sale mal y Loeschbor, con un cabezazo, desató un festejo de ribetes épicos.
Luego de la segunda fecha, Racing quedó cuarto. Fue la única vez en el campeonato que la Academia no estuvo primera, porque tras el empate ante Independiente el equipo hilvanó tres victorias seguidas, frente a Rosario Central (1-0), Newell’s (2-1) y Talleres (2-0). Un empate ante Belgrano (0-0) y un dificilísimo triunfo ante Huracán en Parque Patricios (1-0, gol de Barros Schelotto) precedieron a otro gran impacto racinguista, que empezó a catapultarlo definitivamente como serio candidato al título. En el Cilindro, Racing goleó a San Lorenzo por 4 a 1, con tantos de Loeschbor, Estévez, Bedoya y Maceratesi. El entusiasmo no sólo fue por el resultado: Racing tuvo una producción futbolística de alto vuelo. Fue, casi con seguridad, el mejor rendimiento del equipo en el campeonato.
La mitad del campeonato se acercaba y Racing seguía firme en la cúspide de la tabla de posiciones. Les ganó a Unión (2-0) y a Colón (2-1). El último partido de la serie invicta fue en La Plata, ante Estudiantes. Otro día lluvioso. El primer tiempo terminó con la cancha embarrada para la Academia: 0-2. Parecía que la primera derrota era un hecho, porque remontar dos goles ante el equipo platense, en su cancha, no resultaba sencillo. Pero en el entretiempo algo cambió. Los jugadores salieron con todo el amor propio a jugar los últimos 45 minutos, sorprendieron al conjunto pincharrata y enseguida consiguieron el empate, con dos tantos de Estévez, a los 4 y a los 6 minutos. La alegría era inmensa, porque Racing quedaba otra vez mano a mano y con el envión favorable para intentar pasar al frente. Y lo hizo: a los 26 minutos, José Chatruc quiso hacer una pared y le salió, pero con un rival; cuando entró en el área, definió de derecha y desató el delirio de la hinchada. Fue una victoria muy importante.
El partido siguiente era con Gimnasia, pero primero se disputó el clásico ante Boca, que correspondía a la decimoquinta jornada y que fue adelantado porque el equipo xeneize debía disputar la Copa Europeo-Sudamericana frente a Real Madrid, en Japón. El cambio no fue positivo. Ese jueves, la gente de la Academia llegó a la Bombonera con la ilusión en alto, pero Juan Román Riquelme estuvo inspiradísimo, Boca brilló y Racing se vio superado. Fue 3 a 1 y Maxi Estévez marcó el descuento. Pero las derrotas también sirven y el equipo de Mostaza fortaleció su espíritu de cara al tramo final del certamen.
Al domingo siguiente quedó claro que de ninguna manera los jugadores estaban vencidos. No dudaron un instante del camino a seguir. Y claramente a Gimnasia y Esgrima La Plata, en Avellaneda, por 4 a 1. Un resultado rotundo en una fecha especial: fue un 4 de noviembre, día que se hizo un lugar en los corazones albicelestes desde que en 1967 el Chango Juan Carlos Cárdenas le marcó el golazo a Celtic.
Un vibrante empate frente a Nueva Chicago (4-4) en la cancha de Vélez y una ajustada victoria frente a Chacarita por 1 a 0 antecedieron al “partido del campeonato”. Racing-River, en el Cilindro. El estadio se llenó, como en las grandes tardes. La Academia llegó a ese encuentro con cinco puntos de ventaja sobre los millonarios. Esteban Cambiasso puso en ventaja al equipo dirigido por Ramón Díaz. La tensión en los hinchas fue creciendo de a poco, porque los minutos transcurrían, pero el empate se demoraba. A diez minutos del final, el resultado seguía inalterable. Hasta que a cuatro minutos del final apareció el zurdazo inmortal del colombiano Gerardo Bedoya para romper el cero en el arco de Angel Comizzo y poner el marcador 1-1. La explosión que se produjo en la cancha fue única. Ya la gente de la Academia sentía el título al alcance de la mano. Quedaban sólo tres fechas.
La cercanía de la vuelta olímpica posiblemente haya hecho que, con un empate 0 a 0 ante Banfield, en la cancha de Huracán, River consiguiera acercarse a tres puntos a falta de dos encuentros. Racing jugó mal frente al equipo del Sur, pero esa tarde Merlo, apenas terminado el encuentro, abandonó su cautela habitual y la frase “paso a paso” para mandarles un mensaje a los jugadores y a todos los hinchas: “Ahora me cansé. Vamos a salir campeones”. Fue la inyección anímica, la palabra motivadora en el momento justo.
Una semana después, el Cilindro rebalsó de hinchas frente a Lanús. La confianza estaba intacta. Toda la Academia soñaba con una consagración anticipada para festejar en casa. Rafael Maceratesi abrió el marcador luego de una serie de rebotes y el delirio se apoderó de las tribunas, que volvieron a estallar sobre el final, con el gol de José Manuel Chatruc. La victoria de River sobre Argentinos por 3 a 1 postergó la consagración, pero no empañó la fiesta.
Racing siempre tuvo destino de sufrimiento. Esta vez no fue la excepción. El 20 de diciembre estalló en el país una crisis política, económica y social de enormes proporciones, que terminó con la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa, sucedido brevemente por el senador Ramón Puerta.
Durante esos días de violencia e incertidumbre se declaró el estadio de sitio, lo cual no resultaba el contexto apropiado para definir el campeonato de fútbol. Que Racing no tuviera la posibilidad de dar el último paso en la carrera hacia una consagración que llevaba 35 años de espera era casi intolerable para los hinchas, que a esas alturas no entendían que el maleficio pudiera llegar tan lejos.
El día elegido fue el 27 de diciembre de 2001. El que quedará grabado por siempre en la memoria de todos los racinguistas. Ese día no importó el resultado del equipo millonario, porque la Academia no necesitó de terceros. Después del 0 a 0 del primer tiempo, a los ocho minutos del segundo llegó el centro preciso de Bedoya y el cabezazo goleador del guerrero de la defensa, Gabriel Loeschbor. El delirio y la emoción explotaron en Liniers y también en Avellaneda, en el Cilindro, donde 40.000 almas que no pudieron conseguir su entrada para estar en el estadio José Amalfitani se reunieron para vivir, a través de una pantalla gigante, todas las alternativas del partido final.
Por fin, Racing podía gritar CAMPEON. Tuvieron que pasar 35 años para que el destino les permitiera a los racinguistas abrir la boca y pronunciar con toda la fuerza de las cuerdas vocales ese sentimiento pintado de celeste y blanco. Las lágrimas en los rostros de los hinchas se reflejaban dentro del campo en jugadores como Carlos Arano, el lateral izquierdo que se forjó en las inferiores y cuya habitación en la casa de los padres todavía se mantenía juvenilmente revestida con la pasión de la Academia. Se emocionó él en el césped, se emocionó su padre en la tribuna. Festejaron todos durante largas horas, días, semanas y meses, porque el título de Racing, el más esperado de todos, fue saludado por propios y extraños.
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